Disciplina positiva, aprendizaje de libertad...

La disciplina puede entenderse como el aprendizaje del orden, la orientación y guía de la conducta, el dominio de la persona sobre sus propios actos.
Disciplinar por tanto es enseñar a los niños y jóvenes a comportarse de una manera adecuada, aceptando las consecuencias por sus propias decisiones, manejándose con códigos de respeto y consideración por los otros y creando hábitos positivos para la vida como el esfuerzo, la honestidad, la responsabilidad, la tenacidad, la tolerancia y la cooperación.
Los niños y jóvenes pueden retar a la autoridad como una forma de defender su necesidad de autonomía e independencia. Tienden a cuestionar con y sin argumentos válidos y ponen a prueba los límites de los adultos para ganar terreno personal, por lo que la disciplina puede llegar a ser un área de conflicto central, que de no ser bien manejada puede deteriorar profundamente las relaciones adultos- niños e ir en detrimento del desarrollo integral del niño, quien necesita guía, modelos y lineamientos de acción, incluso pese a sus posibles contra- argumentos o quejas.

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